En este libro, Rafael Llusiá, quiere transmitirnos su camino personal, hacia un duelo sereno y reconfortante. A través de sus páginas, el autor nos abre nuevos horizontes basados en sus propias experiencias. La cercanía familiar, y las nuevas relaciones se presentan como pilares fundamentales para su sanación. La vuelta a casa simboliza el regreso a la paz interior, mientras que la paz del cementerio ofrece un espacio para la reflexión, y la comunicación con la persona amada.
El duelo se presenta en su inicio, como un escenario desgarrador, tras el fallecimiento de la persona amada, sumergiendo al autor en una total desconexión con la realidad. El lector experimentará junto a él la cruda intensidad de este dolor, reflejado en una pérdida de sentido, dirección y conexión con la realidad, donde la ausencia de la persona amada se convierte en una presencia constante e insuperable.
El duelo emerge con todas sus características más crudas y dolorosas: la ansiedad que invade todo pensamiento, la angustia que paraliza, las lágrimas que emergen incesantemente, y la soledad que se siente como un abismo insalvable. La amargura, y la tristeza se mezclan en un coctel de emociones que caracteriza a cada día haciendo que la orfandad se sienta no solo en lo físico, sino que también en el alma.
Sin embargo, y a medida que avanzan las páginas de este libro se traza un camino de aprendizaje y crecimiento. El autor, basándose en sus experiencias personales, comienza a desarrollar habilidades intelectuales y emocionales que permiten abordar y superar el dolor. La determinación se convierte en su aliada. La esperanza se renueva en cada momento y la valentía emerge en los momentos más oscuros.
A través del reencuentro con la persona amada, su reconocimiento, y la gratitud por todo lo vivido junto ella, todo cobra una especial significación que ilumina este camino llamado duelo.
Las actividades lúdicas, la comunicación escrita, y otras formas de expresión creativa, se muestran como herramientas esenciales en este doloroso viaje.
Al final, Rafael Llusiá, muestra en cada pequeño paso una manera de conexión con la VIDA, hallando un balsámico consuelo en los recuerdos, y una conexión esperanzadora con el futuro, logrando así transformar su duelo en un proceso de sanación y renovación, convirtiéndose, en una ayuda, quizá, para otras personas que viven y transitan por una vivencia similar; “la perdida de la persona amada”.
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