“Cuando supe que me habían concedido el Premio Nacional de Danza fue el día más feliz de mi vida”
El pasado 6 de septiembre, el Ministerio de Cultura y Deporte comunicaba que había concedido el Premio Nacional de Danza 2023, en su modalidad de Interpretación, a nuestra vecina Melania Olcina Yuguero, reconocimiento con el que se ponía en valor “su personalidad única, sumada a un cuerpo inteligente expresivo y poético que emociona e hipnotiza al espectador, así como por su versatilidad y madurez escénica”.
Fue en Torrelodones donde no solo transcurrió su infancia y adolescencia sino donde también empezó a dar sus primeros pasos en el mundo de la danza.
Melania, Torrelodones es donde has vivido gran parte de tu vida…
Torrelodones es mi pueblo. Aunque nací en Barcelona llegué a Torrelodones con siete años por lo que toda mi infancia ha transcurrido aquí. Aquí fui al colegio y luego al instituto y viví durante los años que estudié en la facultad. Pero también donde asistía a las clases de danza en la Casa de Cultura donde mi madre, Marisa Yuguero, fue profesora de danza española durante muchos años.
Mi afición por la danza resulta evidente pues siendo pequeña, o me quedaba con mis abuelos o acompañaba a mi madre a su trabajo, por lo que, entre una cosa y otra, empecé a bailar e hice todos los cursos con mi madre.
Como profesora mi madre era bastante exigente, sobre todo conmigo, pero siempre lo hacía con mucho amor y entrega. Fue ella quien me contagió el amor por la danza y me enseñó el valor de la disciplina y la constancia como hábitos propios de una bailarina. Luego estudié baile clásico en Madrid, en las escuelas de Víctor Ullate y Ocaña, y baile flamenco en Amor de Dios con María Madalena.
¿Tuviste siempre claro que tu futuro era la danza?
De pequeña, y siempre que surgía la oportunidad, participaba en las actuaciones que se hacían en la Casa de Cultura y, poco a poco, a medida que ampliaba mis estudios, fui subiendo de nivel y dedicando a la danza cada vez más horas. De esta manera me fue ocupando más tiempo hasta que, finalmente, se convirtió en mi modo de vida en mi vida.
Profesionalmente has participado en producciones muy destacadas…
Cuando salí del conservatorio, en el que hice un grado medio de danza contemporánea, empecé a hacer trabajos más profesionales. Primero trabajé con Jesús Rubio, con Teresa Nieto y con varios artistas más. Luego entré en las compañías de Sharon Fridman y de Antonio Ruz en las que fui solista y con quienes he hecho casi toda mi carrera,
Como intérprete he hecho papeles intensos o dramáticos, pero también cómicos. En 2013 hice Free fall, una producción bastante importante en la que actué durante seis años con representaciones internacionales, y que tuvo bastante éxito.
Otra producción en la que participé en 2017 fue Arte Sella en la que el escenario era un museo al aire libre en el que integrábamos la danza dentro de la naturaleza. En 2018 hice con Sharon Fridman A Piedi Nudi una composición diferente.
Todas ellas experiencias maravillosas con las que he disfrutado mucho y que son un pedacito de mi vida porque, aunque te lo he resumido muchísimo son doce años de trabajo, de viajes, de conocer gente, de compartir y de experiencias muy intensas también porque en muy poco tiempo vives muchas cosas.
¿Es dura la vida de la danza?
Sí, porque necesitas tiempo, dedicación, entrega. Es fundamental mantener en forma mi cuerpo diariamente. Para ello hago diferentes terapias como la meditación o el yoga, pilates… y, además, todos los días durante dos horas hago bici, yoga, estiramientos porque si no lo hago luego me duele muchísimo el cuerpo. Sin ir más lejos el pasado fin de semana no pude hacer mis estiramientos y el lunes fue un volver a empezar, mi cuerpo estaba como dormido.
¿Qué emociones tuviste cuando te comunicaron que te habían concedido el premio?
Me lo anunciaron el 3 de septiembre. Justo cuando estaba en un ensayo me llamaron por teléfono desde el Ministerio de Cultura y me pasaron con el ministro quien me dijo que había ganado el Premio Nacional de Danza. Mi primer pensamiento fue que era alguna broma de un amigo, pero me di cuenta que era verdad. En ese momento quedé en shock, fue como una explosión, me puse a llorar y ya me resultó imposible seguir hablando. Era tanta la emoción que me desbordé y me pasé el día llorando. Fue el día más feliz de mi vida, como si me hubiese tocado la lotería, lo más grande de lo que me podía pasar.
¿Y ahora?
Yo sigo viviendo en Torrelodones porque me gusta mucho tanto por la buena gente como por estar cerca de la naturaleza. Aprovechando mi estancia he gestionado en la Casa de Cultura la posibilidad de que me cediesen una sala para poder ensayar y así poder terminar la pieza que estoy preparando. Regresar a la Casa de Cultura ha sido como volver a la infancia con la que me he reencontrado.
Reportaje publicado en el nº 397 de la Revista de Torre. Puede descargar el archivo pdf de la revista aquí