“Lo que das es supervivencia porque la gente se puede morir fácilmente de una hernia inguinal”.

Olga Ramírez, pediatra, y Rafael Castejón, cirujano, vecinos de Torrelodones son los artífices de la Fundación Milla 91, una organización sin ánimo de lucro cuya finalidad es mejorar las condiciones de vida, sanitarias y educativas de Milla 91, una humilde población de Sierra Leona.

¿Cómo nació la fundación?

La fundación, como tal, se creó en 2021, pero empezamos a ir a Sierra Leona en 2012. Por aquel entonces en la clínica Nuestra Señora de Guadalupe de las Misioneras Clarisas solo había enfermeras. La primera médico misionera fue en 2011, yo la conocía y, aprovechando que nuestra hija estaba estudiando allí, decidí ir con ella. Regresé muy impactada por la pobreza, la miseria, la falta de comida, la falta de asistencia sanitaria. La gente se muere por cualquier cosa. Es algo más que pobreza, es terrible. Entonces fue cuando decidí que tenía que hacer algo. Lo primero fue llevar una ambulancia, luego vinieron las instalaciones solares, los pozos de agua y el envío de medicación y material sanitario. Hacía falta de todo y ante la situación de aquella clínica, en la que no podían hacer casi nada, hice un plan de necesidades que poco a poco ha ido aumentando. 

¿Qué proyectos financiáis?

Nuestros proyectos están divididos en tres ámbitos: salud, educación e infraestructuras. Por un lado, está la clínica de Milla 91 que se financia con nuestro plan de necesidades anual; por otro, en la ciudad de Lunsar, un colegio con 3000 niñas entre infantil, primaria y secundaria, y luego está la escuela mixta de Mange Bureh. Les ayudamos con todas las necesidades que van surgiendo porque las monjas reciben un poco de dinero del estado para pagar al profesorado, pero no reciben nada para mantenimiento como por ejemplo para pintar las aulas o arreglarlas. Ni siquiera les dan dinero para pagar al 100% de los profesores, apenas un 70%. También becamos a estudiantes para diplomaturas y formación profesional. En cuanto a infraestructuras, hemos hecho instalaciones solares y de agua a través de la Fundación Canal de Isabel II. Además, enviamos contenedores, no solo con medicamentos o material sanitario sino con todo tipo de cosas: pupitres o máquinas de coser para las escuelas, alimentos o camas para la clínica. Más que proyectos son necesidades porque hay que arreglar todo y hace falta de todo. Por ejemplo, este próximo año vamos a arreglar las ventanas de siete aulas que ya hemos electrificado, puesto instalación solar y arreglado los techos. Buscamos gente que nos ayude, claro, pero somos una ONG muy modesta.

Modesta, pero muy activa 

Muchísimo. Rafa trabaja de mañana y tarde y tiene menos tiempo, pero yo, que ya estoy jubilada, le dedico muchísimas horas, estoy todo el día. Son proyectos muy absorbentes que demandan muchas más horas de las que imaginas. Una de mis hijas me dijo hace poco: “mamá, te tienes que poner un horario. Esto no puede ser”. Pero a mí no me importa porque yo sé para lo que es, voy cada año y veo el fruto de nuestro trabajo, y eso vale mucho. Vamos teniendo más gente que nos ayuda porque se va corriendo la voz, y recibimos cada vez más donaciones. A través de la web te puedes hacer amigo, hacer donaciones o voluntariado. Somos de las mejores ONG para ser voluntario porque la mayoría piden un mínimo de tiempo, que puede ser entre 3 y 6 meses, pero nosotros no pedimos un tiempo mínimo. Puedes ir el tiempo que quieras, eso es una gran ventaja. Toda ayuda es bienvenida. En la clínica nunca dicen que no y en la escuela también cualquier ayuda se agradece. 

La logística debe ser complicada

Por ejemplo, cuando enviamos cosas, Ayuda Contenedores (una ONG de Pamplona que envía contenedores por todo el mundo) tramitan todo, pero el contenedor lo tienes que pagar tú, y son 7.000-8.000€ cada vez que mandamos uno. Luego hay que sumar los impuestos, contratar un tráiler para transportarlo hasta el destino final... Todo cuesta mucho dinero, pero así es como funcionamos. Esa es nuestra pequeña historia que comenzó en 2012 y que desde entonces no ha parado de crecer cada año, con estas manitas de una humilde pediatra que no ha hecho otra cosa que trabajar de pediatra, pero un día me líe y aquí estamos. Me dediqué no solo a mandarles el plan de necesidades de medicación anual sino a recaudar fondos para poder seguir avanzando con los proyectos y cubrir las necesidades. 

Desde luego no sois una pareja usual

Rafa me apoya en todo y yo “soy una conseguidora” porque a mí me ponen una cosa por delante y voy a por ello rápidamente, no espero ni un minuto.

Olga, ¿Con qué frecuencia viajáis a Sierra Leona?

Todos los años voy el 17 de febrero porque necesitan hacer un cribado de cardiopatías congénitas y reumáticas en la población infanto- juvenil de Sierra Leona. Y luego, cada verano, durante 15 días, vamos un grupo de profesionales formado por uno o dos cirujanos, una anestesista, una o dos ginecólogas, dos dentistas, algún médico de familia y yo misma de pediatra.

Supongo que será un non-stop

Durante esos días trabajamos sin parar, y no en las mejores condiciones: sin aire acondicionado en los quirófanos, con los mosquitos entrando… Generalmente hay unas horas en las cuales puedes trabajar, pero sobre las seis de tarde, cuando empieza a atardecer, aparecen los mosquitos y, aunque hay mosquiteras, tienes que parar. Aun así, son más o menos 12 horas de cirugía sin parar. Trabajamos mucho, pero es que hay una lista de pacientes de más de un centenar de personas que operar. El resto del año no hay cirujanos así que cuando vamos las monjas lo publicitan por la radio local para que la gente se apunte.

Hasta ahora, prácticamente solo vamos nosotros, pero, poco a poco, la gente nos va conociendo. Ahora hay una ONG italiana vinculada con las monjas que está mandando algunas enfermeras de vez en cuando a echar una mano durante unos meses. Y este año, por primera vez, van a ir dos médicos italianos en marzo o en octubre, pero ellas, las misioneras, trabajan solas casi todo el año. A medida que va habiendo cada vez más cosas, más medios, más infraestructuras, la gente se va animando. 

Es una experiencia interesante pero dura, porque nos encontramos con patologías distintas a la que estás acostumbrado a ver en España. Por ejemplo, las hernias inguinales, que es algo muy frecuente aquí, allí son hernias impresionantes. Entonces, lo que das es supervivencia porque la gente se puede morir fácilmente por una hernia inguinal. ¿Sabes que los niños se mueren allí de apendicitis porque están días y días en su casa con dolor abdominal y llegan al hospital ya con una peritonitis, una infección o una septicemia?, ¿y señoras que se mueren porque no se les hace una cesárea? Sierra Leona es el segundo país del mundo en mortalidad materno infantil.

¿Tenéis alguna ayuda de las autoridades locales?

Los ven con buenos los ojos porque se ahorraron dinero. No ponen trabas, pero tampoco ayudan económicamente. Allí la asistencia sanitaria, desde hace unos cinco o seis años, es gratuita para menores de 5 años. Todo lo demás la gente lo paga. Pero una cosa es la asistencia sanitaria y otra cosa es la medicación. La medicación la tienen que pagar. El gobierno no provee de medicación a las clínicas públicas. La gente no tiene dinero y ¿sabes dónde se va? pues al brujo del pueblo, al del bosque que les manda cualquier cosa. Cuando se quieren dar cuenta sufren malarias muy avanzadas y como el Plasmodium, el parásito de la malaria, se come la sangre, los niños se quedan sin hemoglobina y mueren.

¿Y la gente, cómo os acoge? 

No solo no rechazan al extranjero, sino que es un agradecimiento maravilloso hacia nosotros. Nos ha pasado de ir por la calle paseando por la noche y de repente venir corriendo algún chico joven que operó Rafa de hernia años atrás y decirnos “¡doctor, doctor, mira qué bien estoy, me ha dado la vida!”. La gente es súper agradecida.

¿Habéis notado mejoras desde que estáis allí? 

Alguna en infraestructura, pero a nivel social, sanitario no. Hay mucha corrupción del gobierno. No vemos ningún avance. Quizá un poquito más de vacunación en los últimos años, pero no todos los niños se vacunan. Además, la crisis del COVID les afectó mucho. Todo ha subido mucho, los alimentos, la gasolina. La gente está desesperada porque un saco de arroz antes les costaba 50.000 leones y ahora casi se ha duplicado. Queda mucho por hacer. Faltan muchas generaciones para que la situación vaya cambiando, pero tampoco sabemos si esto será así. Pero bueno, poco a poco.

Hacéis una labor maravillosa

Es una alegría y una felicidad muy grande.