Carles Capdevila impartió el pasado lunes 25 en el Teatro Bulevar una conferencia de gran interés “Educar con humor”. Además de periodista es padre de cuatro hijos desde hace 20 años con lo cual posee experiencia tanto con adolescentes como con niños, lo cual supone un importante bagaje. De hecho, según el mismo confiesa, le permitió descubrir cuál era su misión “espabilar a los pequeños y controlar a los mayores”, afirmación que se permite matizar: “espabilar a los pequeños e intentar controlar a los mayores, porque el adolescente es un ser extraño que te dice que no ha hecho nada, no ha ido a ninguna parte ni ha quedado con nadie. Un adolescente no tiene ningún peligro porque es un ser que se pasa el día en ninguna parte, con nadie y haciendo nada”.
Carles Capdevila dejó claro que le gusta transmitir “un mensaje optimista. Hablemos en positivo de este asunto. Me gusta transmitir todos los errores que cometemos y que no ocurre nada. La paternidad me ha sometido a las máximas contradicciones. He hecho cosas que había jurado incluso en público que nunca haría. Nos podemos equivocar, lo podemos hacer mal y no pasa nada. Lo más importante es ir rectificando y aprendiendo“.
Tenemos que asumir que el reto de educar a los hijos es muy difícil, pero es posible.
En su opinión, padres y madres “tenemos que asumir que el reto es muy difícil pero que es posible y por tanto tener este equilibrio de saber que lo que tenemos entre manos es lo más importante del mundo, lo más trascendente, nos jugamos el futuro de la humanidad, pero hacer esta misión sin demasiados complejos, sin miedos”.
El periodista explicó que actualmente uno de los grandes problemas de los padres “es que tenemos demasiada información, angustia, preocupación y una aspiración muy exigente de querer ser el madre o el padre perfecto, lo cual es imposible todo ello, lo que genera es padres acomplejados y sobreprotectores”. Ante esta situación, Capdevila propone “divertirse educando a nuestros hijos, con alegría, seguridad, naturalidad y espontaneidad, lo que hará que los eduques mejor que si estás traumado”. De ahí, la importancia de “reírse de uno mismo y ver que nuestros posibles errores no son para tanto, nadie es perfecto”, añade.
Para ello recurre a cinco sentidos muy elementales: el sentido común, el sentido del ridículo, el sentido de la responsabilidad, el sentido moral y el sentido del humor.
El sentido común, con el que “nuestros hijos aprenden cómo funciona el mundo según las reacciones que vean en sus padres, y no solo por lo que digamos. Cuando señale una piruleta y decidáis que no se la compráis, empiece a llorar y no se la compráis, se tire en el suelo y no se la compráis y se ponga morado por el berrinche y se la compráis, este niño entenderá que en su casa le compran la piruleta cuando está al límite”.
El segundo sentido es el del ridículo, ya que “padres sobreprotectores y muy informados somos algunas veces patéticos, como aquellos que quieren ser amigos de sus hijos o padres bajitos que llegan al médico y no entienden por qué su hijo es bajito”.
El sentido del deber y la responsabilidad le lleva a Capdevila a hablar de las personas que se plantean tener hijos y le preguntan con miedo si eso te cambia la vida: “Si no quieres hijos, no los tengas, pero si los tienes hay que educarlos. Eso de querer ser padres pero la resistencia a que cambie tu vida me sorprende, porque es imposible y porque cambiar está bien. Esta obsesión por lo práctico… No tener hijos es muy práctico. Tener hijos no es práctico, es apasionante, maravilloso, divertido, aventura fantástica… Tus amigos sin hijos el lunes presumen de que han ido al cine y tú has ido a urgencias”.
El cuarto sentido es el sentido moral: “a nuestros hijos vamos a educarlos en valores, y los valores se imitan” pues “que son esenciales en la educación y que se contagian de padre a hijo. Los sermones morales no sirven para nada, en cambio el ejemplo, sí”.
El quinto sentido es el sentido del humor: “Si practicamos la ironía desde la seguridad de que va a ser que no, ellos lo entienden”. Como ejemplo relató que una vez le dijo a su hijo: “Sí, por supuesto, vamos a ir a ver el Barça para celebrar tu 1,9 en Mates”. Y él le contestó: “Vale, ya lo he pillado, me pongo a estudiar ahora”.
Con todo el periodista recalcó en su disertación que “hay que ser realista y de entrada hay que saber que, como padres, nos vamos a equivocar o entrar en contradicciones en la educación de nuestros hijos”, por lo que su teoría se basa en “educar lo mejor que puedas y asume que seguro que no serás perfecto en ello”.
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Carles Capdevila
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