En el año 2012 el Dr. Eric Topol, cardiólogo británico, publicó un libro titulado ‘La destrucción creativa de la Medicina’. En él, describía la necesidad de un cambio radical en la forma en la que hacemos las cosas en el sector sanitario obligados por el desarrollo tecnológico. En su obra proponía destruir el modelo actual para volver a construirlo, de forma similar a cuando se demuele un edificio para levantar en ese mismo espacio uno completamente nuevo.
Escribo estas líneas desde el hospital y aún en pleno pico de asistencia a pacientes y familiares afectados directa o indirectamente por este minúsculo enemigo que nos ha cambiado la vida a todos sin excepción. Y pienso cómo el coronavirus nos ha obligado a ejecutar en tiempo récord esa destrucción creativa del hospital, de nuestra forma de trabajar y de nuestras vidas a todos los niveles.
Al principio, la infección nos obligó a reservar un espacio por si venía algún paciente y a tomar algunas precauciones puntuales, pero en muy corto espacio de tiempo tuvimos que rediseñar completamente los circuitos, procesos y la forma de atender a los pacientes en base a una demanda que – a día de hoy – representa más del 95% de la actividad de un centro que ha aumentado su capacidad a casi el doble, afrontando el reto de seguir atendiendo a los enfermos, que sufren patologías ‘habituales’ y con un personal que no es inmune ni a la infección ni a los ingresos o fallecimientos de sus seres queridos.
Todos, sanidad privada y pública, nos hemos puesto a disposición de un mando único que gestiona los recursos (en muchas ocasiones muy limitados por material, personal o espacio) y cuyo único fin es poder dar el mejor servicio a todos los pacientes y a sus familias frente a una infección que ya empezamos a conocer y que genera dos efectos secundarios terribles: el aislamiento y la incertidumbre, aspectos estos que en ocasiones provocan más daños que el propio virus.
Hemos tenido que volver a establecer circuitos de derivación de pacientes dentro del hospital, hacer de habitaciones individuales habitaciones dobles, crear puestos de cuidados intensivos en los quirófanos, implementar sistemas para informar a los familiares que no pueden venir a ver a sus padres, hermanos, maridos o mujeres. Del mismo modo, hemos tenido que cambiar la forma en la que comunicamos las órdenes y adoptar una disciplina cuasi militar para que el hospital se convierta en un centro de atención prácticamente exclusiva a pacientes con coronavirus.
Pero al mismo tiempo no podemos olvidar a todos nuestros pacientes que se han quedado en casa y que por ahora no pueden venir a sus revisiones. Y de los pacientes que nos ha trasladado la Sanidad Pública o aquellos que han venido de otros hospitales y que nunca han oído hablar del Hospital Universitario HM Torrelodones. A todos ellos sin distinción nuestro personal les está dando lo mejor de sí mismos.
Este personal que también ha tenido que cambiar su forma de pensar, sus protocolos, que deja a sus familias para enganchar turnos y cubrir a los compañeros enfermos. Ese personal que sigue centrado en la MISIÓN que se les encomendó: CUIDAR. En cada momento y en cada lugar.
Ese personal que sigue manteniendo la moral alta aunque en ocasiones sienta el mismo dolor, aislamiento, miedo, incertidumbre y cansancio que sienten los enfermos a los que cuida. Ese personal que agradece los aplausos, las muestras de cariño y las donaciones altruistas de muchos vecinos del pueblo y que siente que vosotros, al quedaros en vuestras casas, ayudáis en la retaguardia a los soldados de la trinchera.
Ese personal que en condiciones normales pasa desapercibido y que ahora cobra una relevancia de primer orden, como la gente de limpieza, de mantenimiento, de protección de riesgos laborales, de medicina preventiva, de cocina y cafetería, los celadores, el equipo de recepción, el Call Center, Atención al Paciente, Residuos, Administración y todos los que en la sombra y sin rechistar atienden a los clínicos (médicos, enfermería, auxiliares, técnicos de radiología y laboratorio) como una sola persona.
A lo largo de estos días, ver cómo nos hemos reorganizado y crecido como equipo no ha hecho más que hacerme sentir muy orgulloso de poder tener la oportunidad de estar al frente de un grupo humano excepcional que, sin ausencia de fallos que espero disculpéis, no descansa para poder CUIDAR lo mejor posible a todos.
La pandemia del coronavirus nos ha provocado muchos daños, sin duda. Pero tenemos la oportunidad de aprender de muchas cosas y ojalá que esta terrible experiencia para todos nos sirva para que en el futuro valoremos mucho más nuestra salud, nuestro tiempo, la importancia de un abrazo, de una visita o de un viaje en familia.
Nos queda aún mucho por recorrer y por luchar. Espero que cuando leas este artículo la situación haya cambiado a mejor y la dichosa ‘curva’ se haya aplanado y podamos haber conseguido, entre todos y gracias a todos, vencer al virus y estemos preparados para un nuevo escenario mundial tan lleno de incertidumbres y de oportunidades como el que ahora estamos viviendo.
Dr. Carlos Mascías Cadavid.
Director Médico del Hospital Universitario HM Torrelodones
Texto publicado en la Revista Municipal de Abril 2020