Paula Romaguera no es solo campeona del mundo de patinaje artístico en línea, sino que a sus espaldas también lleva seis medallas de oro en el campeonato de España, cuatro en el de Europa y otra de bronce en este último. La joven, de 19 años, estudia ingeniería biomédica en la universidad Carlos III de Madrid y próximamente planea un viaje a Estados Unidos que podría suponer un gran salto para su carrera profesional, lejos del patinaje. Junto con su entrenadora Olaia Gómez, Paula planifica el que podría ser su último curso en el club La Vida sobre Ruedas. Un año en el que intentará superarse y batir todas sus marcas.

Olaia ¿Qué ha supuesto para vosotras ganar el mundial? 

Un aluvión. Realmente no éramos conscientes del aluvión que suponía llegar hasta aquí, comenzar la temporada y compaginar los entrenamientos, con los estudios de Paula y con el mundo de la prensa, las entrevistas y los actos.

¿Y para ti Paula?

Para mí también es algo muy nuevo y por lo que hemos luchado muchísimos años. Ya solo participar era algo que de alguna manera se nos había negado los dos años anteriores porque, al ser en Sudamérica, la Federación decidió no financiárnoslo. Este año, al ser en Italia, ha sido el primer año que la Federación Española ha llevado a patinadores de línea al Mundial. Así que estar allí y conseguir el oro es un gran triunfo. Es un honor ir abriendo el camino, al final este deporte se oficializó en 2019 con el primer campeonato de España y, desde entonces, hemos ido haciendo historia.

¿Cómo ha sido llegar hasta aquí?

Muy sacrificado y muy bonito. Durante estos años y este verano en particular hemos trabajado muchísimo, entrenando seis horas diarias para los campeonatos de Europa y del mundo. Me he quedado sin verano como quien dice, sin muchas salidas, viajes ni vacaciones con mis padres. Además, entrenar en verano es bastante solitario, de cara al Europeo estaba con los compañeros de patinaje que entrenaban conmigo en los campamentos de julio, pero en agosto nadie patina. Es el mes por excelencia de vacaciones de entrenar y yo nunca lo disfruto. Por suerte, Olaia ha tirado mucho de mí este verano para mantener las ganas y el enfoque, para ayudarme a ser constante con la alimentación y el descanso.

Olaia tú llevas más de 12 años dando clases de patinaje en Torrelodones ¿qué nos puedes contar sobre la trayectoria del club “La vida sobre ruedas”? 

Pues yo llegué a Torrelodones en 2012 con un proyecto de escuela de patinaje integral que aglutinaba todas las disciplinas: hockey, patinaje artístico, etc. En aquel momento contacté con el Ayuntamiento y me dio luz verde para empezar porque, además, el plan rector de ese año recogía que el patinaje artístico era una de las demandas de los torrelodonenses. 

Nada más aprobarlo empezaron las dificultades: no había espacios para llevar a cabo la actividad. Comenzó entonces la itinerancia de la escuela, que ha pasado por Pradogrande, el instituto Diego Velázquez y el Colegio Lourdes hasta llegar al Colegio San Ignacio, donde estamos ahora, gracias a la intervención de Jesús Urosa que había empezado a llevar las actividades del colegio por aquél entonces. Ahora nos hemos quedado un poco apartados de la actividad municipal. A la privatización que nos ha supuesto mudar la escuela al San Ignacio, se suman otros problemas como el surgimiento de las otras escuelas de patinaje con las que ahora hay que “competir” en un pueblo pequeño que no dispone de un espacio público para desempeñar nuestra actividad.

¿Cómo ha sido el cambio a las instalaciones del Colegio San Ignacio? 

Aunque a veces económicamente sea complicado tener que repartir las ganancias de la escuela con el colegio, los cinco años que llevamos en San Ignacio realmente han permitido que podamos desarrollar plenamente nuestro nuevo proyecto: tener una academia de alto rendimiento. Además de las instalaciones, colaboramos con la escuela profesional de balé, que es la que lleva la parte coreográfica; con el club deportivo, que nos hace la preparación física; con la escuela de teatro que hace la parte de dramatización… 

¿Qué disciplinas trabajáis?

Ahora mismo tenemos una escuela de patinaje artístico en línea, elegimos la modalidad de solo dance para la escuela de alto rendimiento y luego tenemos la escuela de San Ignacio que está abierta a todo el mundo. En la actualidad el 50% de las plazas están ocupadas por alumnos del colegio y el resto por gente de fuera. En total habrá unos 100 alumnos de entre los cuales, más o menos la mitad están federados.

¿Cuál diríais que es vuestro sello de identidad?

Nuestra misión es comunicar los valores que te aporta el deporte. Al final, la medalla es la consecuencia de ese trabajo en valores que les dará una serie de herramientas para avanzar en la vida. Queremos que nuestros alumnos sean felices, que disfruten del patinaje. La práctica del deporte está muy ligada al sacrificio, que obviamente está ahí, pero nos gusta que las niñas entiendan que lo más importante al final es divertirse y estar a gusto. La vida ya es bastante complicada.

 Y tú Paula ¿cómo terminaste en el club La vida sobre ruedas?

Hace un año y pico tomé la decisión de que quería darle un rumbo diferente a mi carrera deportiva y decidí dar el salto. Tenía unas compañeras de Las Rozas que también se habían cambiado y ellas me pusieron en contacto con Olaia. Primero probé en un campamento de Semana Santa para ver un poco cómo era el club, la organización y demás, y al final tomé la decisión.

¿Cómo se presenta tu futuro deportivo ahora que has ganado el mundial? 

Pues bueno, creo que ya he llegado donde quería llegar en mi carrera deportiva y ahora me toca disfrutar de otras facetas. Es probable que este año sea mi último año como deportista de élite por-que el año que viene me quiero ir a estudiar a Estados Unidos con una beca de la universidad y este estilo de vida te limita mucho para vivir algunas experiencias como es el caso de la vida universitaria. El patinaje ha formado parte de mi vida muchísimos años y me ha formado como persona, ha establecido mis valores y ha forjado mi disciplina. Este año pienso emplearme a fondo para llegar a mi mejor versión, porque no me gustaría dejar este deporte sin haber intentado llegar hasta donde mi potencial me permita. Quiero exprimir al máximo mis capacidades y renovar títulos si es posible.

¿Será un adiós definitivo? 

Si me voy, no quiero desconectarme por completo del mundo del patinaje. Aunque ya no vaya a ser patinadora como tal, creo que tengo mucho que aportar a las nuevas generaciones. Me gustaría, quizá, ser entrenadora y pasar mis conocimientos, ya no solo técnicos, sino también en psicología del deporte, nutrición o en el ámbito de la preparación física.