ss. XIV-XV - Los Mendoza entran en escena

Se carece de noticias documentales concretas sobre Torrelodones durante la Baja Edad Media, más allá de su simple mención entre el resto de los lugares y villas del Real de manzanares en asuntos que afectaban a su territorio jurisdiccional o, tangencialmente, a alguna población cercana. Pero sí contamos con la mención explícita de nuestro pueblo en las conocidas “vocerías” de caza del Libro de la Montería que mandó escrevir el muy alto y muy poderoso rey don Alonso de Castilla y de León, último deste nombre, del siglo XIV:

El berrocal de la Torre de los Lodones es un buen monte de oso en invierno, e es en el Real, e es la vozería desde la torre de Lodones fasta el Alpalante, e son las armadas la una al arroyo del Alpalante e la otra las Navas de entre el Berrocal, e el Serrejón.

… La dehesa de Santa María del Retamar es buen monte de puerco en invierno. Y es la vocería desde la Torre de Lodones hasta en cabo de la Dehesa del Retamar…(véase también)

Es obligado referirse ahora a la que llega a ser una de las más poderosas e influyentes familias en la escena política de la Corona de Castilla, luego, de las Españas, los Mendoza. Familia que, para confusión entre sus genealogistas, repetirá nombres y orden de apellidos en numerosas ocasiones a lo largo del tiempo.

El origen de esta casa nobiliaria se remonta al siglo XI en un pequeño lugar de Álava llamado Mendoza sobre el que ejercieron su señorío y en donde aún se conserva su casa-fuerte, una torre murada de principios del siglo XIII.

Como otros ricos hombres y poderosos durante la Reconquista, acompañarán a las huestes reales con sus propias tropas obteniendo, en contraprestación, mercedes, vasallos y jurisdicción sobre territorios.

De la línea primogénita de esta Casa van a sobresalir sobre el resto de las ramas genealógicas los Mendoza de Guadalajara, llamados así por haberse asentado prontamente en esas tierras. Desde allí dirigirían sus estados hasta que, a principios del siglo XVII cuando la Corte Real regresa de Valladolid, como tantos otros nobles, se establecen en Madrid.

Ya sabemos que durante el siglo XIII, Madrid y Segovia siguen pugnando por la posesión y los derechos sobre lo que pasará a llamarse “El Real de Manzanares”. Es una tierra de buenos pastos, montes con abundante caza y aprovechamiento de leña, carboneo, colmenares, etc., por lo que no es raro el progreso de algunos núcleos de población, entre ellos Guadarrama, Galapagar (al que estaba anejado Torrelodones)… y, especialmente, Colmenar el Viejo y Manzanares.

Este continuo enfrentamiento hará necesaria la frecuente intermediación real para apaciguar los ánimos entre los competidores que, en algunos momentos, pudieron llegar a las armas, de modo que en 1268 Alfonso X ya tiene un justicia real en Manzanares, iniciando un largo proceso de secuestro territorial y paso de mano en mano de familiares reales (Infante Don Enrique; Alfonso Fernández, hijo del Infante Don Fernando de la Cerda; Doña Leonor de Guzmán, concubina de Alfonso XI y madre de Enrique II, el de las “Mercedes”, el Infante Don Juan de Portugal y María Fernandez Coronel).

El primer gran Mendoza, Don Pedro González, sirvió a tres reyes de los que obtiene numerosos donadíos y privilegios: Pedro I, Enrique II y Juan I, del que sería Ayo y Mayordomo Mayor y que le concedería en 1383 el codiciado Real de Manzanares.

Poco después, durante la batalla de Aljubarrota en 1385, moría como un héroe cuando Juan I pierde su caballo y se queda pie en tierra con su pesada armadura… era hombre muerto. Afortunadamente para él, Pedro González de Mendoza le cedió su caballo y se aprestó a morir por su rey. La literatura popular se hizo eco enseguida de este hecho histórico, que también fue recogido posteriormente por Lope de Vega y recopilado en el Romancero General:

Si el caballo vos han muerto,
subid, Rey, en mi caballo;
si en pie no podéis tenervos,
llegad, subirvos he en brazos.
… … …

a Diagote os encomiendo;
catad por aquel mochacho;
sed padre e amparo suyo,
e Dios sea en vuestro amparo.
Esto dijo el montañes,
señor de Hita y de Buitrago,
al Rey Don Juan el Primero,
y… entróse a morir lidiando.

Pero en 1389 se pierde la mitad de este Señorío, que pasa a María Fernández Coronel, en un obligado trueque por la ciudad de Torija. Finalmente, en 1391 Diego Hurtado de Mendoza (Diagote) recibe aquella mitad perdida del Real de Manzanares de manos de Enrique III el “Doliente”.

A la muerte de Don Diego, de nuevo, surgen las disputas por el Real de manzanares, pero esta vez entre los herederos de la Casa. Alldonza hija de su primer matrimonio y casada con el influyente Fadrique de Castilla, contra su medio hermano Íñigo López de Mendoza, hijo de su segundo enlace y futuro primer Conde del Real de Manzanares y Marqués de Santillana.

El rey interviene nuevamente mandando a los “homes buenos” de Manzanares que secuestren el territorio hasta resolver el litigio fraternal. Por fin en 1435 (con sentencia firme de 1442) Juan II da plena posesión de este territorio tan codiciado y disputado durante tanto tiempo a Íñigo, esta vez para siempre y, en 1445, para agradecerle sus servicios en la batalla de Olmedo, le concede el condado del Real de Manzanares.

Los Mendoza siempre supieron estar en el momento justo al lado de su rey o, hábilmente, cambiarse de bando cuando surgían disputas o guerras civiles entre los diferentes pretendientes. Así ocurrió cuando se pasó del bando de Pedro I (el “Cruel” o el “Justiciero”, según la crónica de un lado u otro) o durante la guerra entre Juana la “Beltraneja” e Isabel I, luego la “Católica”, apoyo que supo agradecer la reina otorgando a Diego Hurtado de Mendoza en 1475, entre otras muchas prebendas, la máxima distinción en la nobleza, un Ducado, el de Infantado y con Grandeza de España de Primera clase (los hombres pueden cubrirse en la presencia del rey y las mujeres tomar almohada).